sábado, 7 de agosto de 2010

La educación en España (VI)

Conocí a un estudiante de máster en ingeniería aeroespacial en una prestigiosa universidad americana. Tenía un problema térmico que resolver en un experimento de laboratorio, pero quería hacer algunas simulaciones numéricas antes de empezar a cortar metal, y no sabía lo que es una EDP (ecuación diferencial en derivadas parciales). Muchos que hayan estudiado en España se estarán echando las manos a la cabeza: ¿cómo es posible que se pueda estar a punto de ser ingeniero sin resolver EDP's dormido?

El muchacho buscó un libro en la biblioteca, aprendió lo que era una EDP, se familiarizó con la ecuación del calor, hizo un pequeño código para simular el aspecto térmico del experimento que pretendía realizar y resolvió el problema que tenía. Le llevó un par de semanas. En otro momento, me habló de una visita que había hecho a un laboratorio en Alemania. Le sorprendió el nivel de las instalaciones, mucho mejores que las que ellos tenían en los Estados Unidos. Le escandalizó que sólo las utilizasen para hacer experimentos que ya se habían hecho con anterioridad y cuyos resultados por tanto se conocían.

En muchas ocasiones he oído alabar el nivel de preparación de nuestros técnicos, y cómo nuestras escuelas se comparan de manera favorable con las americanas al menos en nivel matemático. Pero más importante que aprender matemáticas, cuando se es ingeniero, es aprender a tener iniciativa. Y este es un problema de fondo del sistema educativo en España que creo viene de mucho tiempo atrás: fomenta la pasividad.

Desde que entras en el colegio en parvulario, te sientan con otros 30 niños en filas, con el profesor de pie en el encerado, y tu única función es escuchar lo que te cuente, aprenderlo, y contestar bien a una serie de preguntas que te formulan de vez en cuando. Nos hemos olvidado de que no enseña el profesor, sino que aprende el alumno. Necesitamos fomentar la iniciativa en los alumnos, y tal vez, esto ayude a crear una sociedad dispuesta a asumir más riesgos. ¿Cómo hacerlo? Se me ocurren varias ideas:

- La evaluación nunca debería depender exclusivamente del resultado de un examen, sino también de trabajos (tanto individuales como en grupo), y de la participación en clase.

- Se debería fomentar, desde la más tierna infancia, los debates en clase. Los alumnos deberían acostumbrarse a preparar temas por su cuenta, presentarlos a sus compañeros, y defender sus posiciones frente a ellos.

- A nivel universitario se deberían fomentar los currícula abiertos. En el mundo real un trozo de papel no certifica tu capacidad para desempeñar un trabajo, sino que lo hagas. No hay ninguna necesidad de que todos los abogados, por ejemplo, hayan cursado las mismas asignaturas. El alumno debe responsabilizarse de su educación en función de sus intereses.

He oído que Bolonia va en esa dirección, al menos en parte. Espero que la implantación sea buena.

No hay comentarios: